Adrenalina, relajación y la soledad
de paquete
Tras
una noche genial de descanso, el primer amanecer… Me levanté, preparé un
desayuno de reina, con derecho a café bombón, tostadas con mantequilla,
mermelada y queso (de lujo, vamos!!!!), cogí los mapas y me marché a conocer la
región. Subí por la A-138 dirección
Francia hasta Bielsa y me metí por el Valle del Pineta por una carreterita
preciosa. Tras varias paradas para las fotos, dejé que Matilde descansara un
poquitín, mientras me metía yo caminando, por el Parque Nacional de Ordesa y
Monte Perdido.
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Valle del Pineta I |
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Valle del Pineta II |
Decidí ir por el camino que lleva a la cascada del río Cinca
(Camino Marboré) pero no estaba segura que me apetecería caminar hasta la
cascada y el derecho a la duda y a la indecisión es el mejor regalo que me ha
dado la soledad… Qué maravilla no tener que seguir si es que no me apetece, que
bueno es poder dudar, relajadamente sobre que hacer!!! Y así seguí yo durante más o menos 1 hora, toda
contenta con mi “regalito” hasta que vi un rincón precioso del río y eso me
hizo decidir. Aquí me quedo y desde aquí admiro esta maravilla de cascada.
Hacía
un calor casi tropical y decidí meterme, pero madre mía de mi vida, que
fríiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiia estaba el agua,
coño!!! Metí primero los pies y además de los huesos, me dolía el alma (será
atrevida la brasileña, bañándose en nieve derretida???), en 5 minutos tenía el
cuerpo dormido hasta la altura de la cintura y
el calor que hacía de este punto “pa arriba” me llenó de valor y me metí
entera en el río. Ufff!! Como al principio, los primeros cinco minutos fueron
torturantes pero luego me acostumbre a la temperatura, además, el paisaje y las
vistas de la cascada quitaban importancia a todo lo demás. Relajación total.
Para completar el estado de felicidad plena, antes de vestirme otra vez,
encontré en la mochila un chocolate negro 70% y a la soledad no le gustan los
chocolates, por favor, eso es PERFECTO!!! J
Volví
al parking, y nos fuimos Matilde, yo (y la soledad de paquete) rumbo a
Revilla, para de ahí, hacer la excursión
para conocer las Gargantas de Escuaín. Os cuento… ya he hecho muchas cosas
consideradas “radicales” en mi vida, buceo, rapel, cascading, rafting, he
sacado veneno de serpiente en la universidad, pero nada ha sido más radical que
subir con Matilde hasta Revilla. Os lo
juro. Unas montañas indescriptibles, una “carretera” absurdamente estrecha y
unas curvas de infarto. Íbamos subiendo, subiendo, subiendo, las montañas se
hacían cada vez más grandes y nosotras cada vez más pequeñas… uff!!
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Subiendo... |
Paré para
comer y tomar una coca en Dolmen (que no siempre aparece en los mapas) y seguí
hasta el punto dónde empieza el sendero para el mirador de las Gargantas de
Escuaín. Tardé 40 minutos para bajar y 1 hora y pico para volver. Estaba “marcado”,
día de emociones. Unas bajadas jodidas que luego se convertirían en SUBIDAS
jodidas, piedras sueltas, tramos estrechos, con caídas que lo mejor es no
imaginarlas y ni una sola persona, el silencio se expresaba en sonidos de aguas
montaña abajo y hojas al viento… de
pronto recordé la película “127 horas”, en este momento pensé volver. Y si me
caigo? Y si me tuerzo el tobillo? Y si me pica una avispa? Y pensando en todos
los “y sis” posibles seguí hasta el
punto final, dónde por fin, volví a relajarme.
Me tumbé en las rocas y miré el paisaje “al revés”, a lo mejor, buscando
otra forma de ver el mundo, intentando percibir otra perspectiva de lo mismo…
Hora de volver, por favor, mejor no recordar
las subidas hasta donde estaba Matilde y luego, mejor no recordar las bajadas hasta
la carretera principal. Lo único que os digo es que estas montañas imponen
respeto… venga, hay confianza. Estas montañas ACOJONAN. Pero, vencer un reto,
conquistar un objetivo, por pequeño que sea es siempre un gustazo para una
sagitario.
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Curvas |
Antes de llegar al camping, me paré en una poza super guapa y me
metí una vez más en el agua, a estas alturas, el frío ya no me daba miedo y
tras un chapuzón, tranquilamente, vi como se ponía el sol atrás de estas
gigantes preciosas con las que compartí emociones y sensaciones todavía no
vividas.
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